El
complejo lagunar de la Janda se situaba sobre una depresión
de origen tectónico a la que vertían originariamente
sus aguas los ríos Barbate, Almodovar, Celemin y otros de
menor importancia. Cuando el año era excepcionalmente lluvioso
gran parte de esta depresión se encharcaba formando un único
humedal de más de 50 Km2 de extensión y
escasa profundidad que a medida que avanzaba la época seca
se iba disgregando en un rosario de lagunas de las cuales la mayor,
con más de 4.000 Has., era la Janda a la que se asociaban
en su periferia otras de menor entidad conocidas con los nombres
de Rehuelga, Espartinas, Cabrahigos, Alcalá, Jandilla, El
Torero, Tapatanilla y la Haba.
Las
aguas dulces estacionales de escasa profundidad y densa cobertura
vegetal de los humedales de la Janda en unión con las muy
cercanas marismas mareales del Río Barbate constituían
en su conjunto una zona húmeda con ambientes muy diversos
y cuyo interés ecológico se veía acrecentado
por su estratégica situación, al sur de la provincia
de Cádiz, en el extremo meridional de Europa y muy próxima
al continente africano, convirtiéndose así en lugar
obligado de paso y descanso de los cientos de miles de aves que
cada año realizan sus vuelos migratorios a través
del Estrecho de Gibraltar.
Además
de las aves migratorias en aquella lejana y mítica Janda
y en los terrenos que la circundaban residían y se reproducían
especies de aves hoy día desaparecidas o muy escasas como
reproductores en la península ibérica como la grulla
común, la focha moruna, el avetoro, el morito, el águila
imperial ibérica, la lechuza mora o el torillo andaluz.
De
la importancia que para las aves tenía este humedal han quedado
recogidos numerosos testimonios a lo largo de la historia. Los más
antiguos son los de las pinturas rupestres paleolíticas halladas
en numerosos abrigos y cuevas naturales de las sierras que rodean
la Janda en las que son reconocibles representaciones de grullas,
flamencos, avutardas, ánsares, cisnes y avocetas además
de multitud de otros animales y figuras humanas. Durante los siglos
XVIII, XIX y principios del XX numerosos escritores y viajeros como
Ponz, Agustín de Orozco, Irby, Verner o Chapman y Buck plasmaron
en sus escritos el interés ornitológico de estas lagunas.
Pese
a estos reconocidos valores, la irracional fiebre desecatoria del
desarrollismo español también alcanzó a la
Janda y tras sucesivos intentos frustrados en la década de
los sesenta se consiguió desecar la laguna para poner su
fértil suelo en cultivo. Una serie de obras de ingeniería
como canales de desagüe y presas en los ríos Almodovar,
Celemín y más recientemente en el Barbate acabaron
con la laguna que pese a ello se sigue resistiendo a desaparecer
y en años de excepcional pluviosidad como fueron los de 1989,
1995 y 1996 ha vuelto en parte a inundarse durante algunos días
dejando entrever algo de su vieja gloria y poniendo en evidencia
la viabilidad de su regeneración parcial si es que existiese
voluntad para ello.
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Pinturas rupestres

Tumbas
prehistóricas
Cartografía de La Janda del siglo XIX.
(Archivos de la casa Ducal de Medina Sidonia)
Cartografía
de La Janda en los años 40.
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